Palma de Mallorca se ha visto abocada a su desmesurada marina porque el turismo de gran lujo reside allí buena parte del año con sus barcos.
Si cometen errores, eso no nos da carta blanca para cometerlos nosotros también. ¿Qué razonamiento es ese?
En nuestro caso tenemos otros muelles, incluso Arinaga, que evitarían este conflicto.
Lo que aquí nos proponen es arreglar sus barcos, arruinando nuestro mejor emplazamiento para nuestro segmento turístico y ciudadanos en general, y una vez reparados zarpen hacia el Caribe o el Mediterráneo.
Siendo eso una deshonrosa y mala marca para la ciudad y sus habitantes, más perjudicados quedamos con la modificación que hizo la empresa con los barcos a atender, porque desgraciadamente pagaríamos ese alto precio reparando embarcaciones intrascendentes y de servicios.
El nombre de megayates es un eufemismo.
Le deseamos lo mejor a la industria de reparaciones navales, pero sus directivos deben cuidar su propia expansión no dando pie a contestación ciudadana, garantizando el control de emisiones al medio ambiente allí donde ya están establecidos y no invadiendo territorio urbano ya habitado y de clara proyección Puerto-Ciudad.
Ante la foto del periódico Canarias7 de hoy con camiones, los barcos en tierra sobre burras y la catedral de Palma al fondo preguntamos ¿hay impacto ambiental ahí, sí o no?
Apelamos a la ética ambiental y no a la disyuntiva gramatical entre astillero o varadero.
